INVENCIBLE
Estaba harto de jugar con ella. Conocía sus tácticas, podía prever cada
uno de sus movimientos y a pesar de todo, siempre perdía. Una y otra
vez. Cuando no era una pésima tirada de dados, una mala mano de cartas
le estropeaba su estrategia. El juego estaba estropeado por el uso. La
caja rota, el tablero arañado, faltaban piezas que habían sustituído
con objetos cotidianos: Un botón servía de contador de turnos. Pero
después de tantas partidas, el balance seguía siendo demoledor: Jamás
había podido ganarle.
Contempló un rato más el tablero, buscando una solución que no existía para evitar su enésima derrota. Luego se inclinó en el asiento, cansado.
-Tú ganas -reconoció alisándose con frustración sus cabellos blancos. -Paga la carta -dijo ella, extendiendo la mano. Miró hacia la inmensa pila de cartas, sin saber cual escoger. Estaban jugando en formato Legacy y eso significaba perder la carta para siempre. Alargó la mano y con gesto culpable, le entregó la que su intuición le sugirió. Ella contempló la carta sonriendo satisfecha y luego, con gesto teatral -como hacía siempre- la rasgó varias veces entre los dedos. Los pequeños trozos de papel cayeron al suelo mientras en Colombia una mina se derrumbaba sobre un centenar de trabajadores.
-¿Otra partida? -sugirió la Muerte, insaciable.
Contempló un rato más el tablero, buscando una solución que no existía para evitar su enésima derrota. Luego se inclinó en el asiento, cansado.
-Tú ganas -reconoció alisándose con frustración sus cabellos blancos. -Paga la carta -dijo ella, extendiendo la mano. Miró hacia la inmensa pila de cartas, sin saber cual escoger. Estaban jugando en formato Legacy y eso significaba perder la carta para siempre. Alargó la mano y con gesto culpable, le entregó la que su intuición le sugirió. Ella contempló la carta sonriendo satisfecha y luego, con gesto teatral -como hacía siempre- la rasgó varias veces entre los dedos. Los pequeños trozos de papel cayeron al suelo mientras en Colombia una mina se derrumbaba sobre un centenar de trabajadores.
-¿Otra partida? -sugirió la Muerte, insaciable.
¡Qué bueno! Cuánto se puede decir con pocas palabras.
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