viernes, 11 de mayo de 2012

LOS COMICS DE PAPÁ



 Hoy, de visita en casa de mi madre, he recuperado los comics de Flash Gordon que fueron propiedad de mi padre; de cuando en cuando, me gusta visitarlos, disfrutar de las magníficas ilustraciones de Alex Raymond y sobre todo, de la forma de hacer las cosas hace casi cincuenta años.







   Los comics de la colección Heroes Modernos que aparecen en la foto, están amarillos y estropeados, pero para mí son un tesoro de valor incalculable. Eran de mi padre y los leíamos juntos cuando yo era un niño. Sólo tenía un puñado de ejemplares, con numeraciones salteadas y había muchas historias que quedaban a medias. Las "strips" se notaban diseñadas para ser publicadas en formato de diario, a tira por jornada, sospecho. Y si no, el estilo estaba muy arraigado en el creador de las "historietas".
     Les he tomado algunas fotografías con el móvil (disculpad la mala calidad). Esta, donde se ve el precio de cada cuaderno, 3 pesetas. El equivalente a un par de céntimos de hoy en día.



O esta otra, los títulos de crédito del tomo que aparece al inicio de esta entrada, donde hoy compruebo con sorpresa que estaban impresos por Heraclio Fournier.
 




   Este lujoso tomo, que contenía unas aventuras maravillosamente ilustradas (como se puede ver en la fotografía siguiente), es una obra maestra del arte de su autor, que sólo tiene rival en Hal Foster (príncipe Valiente). No hay una Dale Arden más hermosa que la que dibuja Raymond, ni un Flash Gordon más auténtico que el suyo. Su pluma es al personaje lo que Jonny Weissmuller a Tarzán.





 Y para terminar, os dejo la última página de uno de los cuadernillos de tres pesetas (ejemplares que por cierto se remontan a finales de los 50 y principios de los 60, siendo el tomo a color del 71), donde aparece una publicidad acerca de la panoplia de pistolas del "Fantasma que Camina"; todo un ejemplo de la cortesía con la que se dirigía entonces un editor a su público y de lo limitado de la producción de merchandising de la época.





  Gracias, Papá, por aquellos tebeos. Y por todo lo demás.



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