miércoles, 2 de mayo de 2012

MICRORRELATO: La soga

   Amiel, el anciano judío, se dejó seducir por Rasha, la muchacha de veinticuatro años que era tan bella como el atardecer en el desierto. A ella se lo entregó todo: vida, sueños, dinero y dignidad. Cuando Rasha lo hubo despojado de todas sus riquezas, lo abandonó. Y Amiel, que ya no entendía la vida sin ella, buscó precipitar su muerte. Para ello, acudió de madrugada al bazar de Ahmed, a comprarle una soga. Regresó con ella a su casa y se ahorcó.
Cuando encontraron su cadáver al día siguiente, la noticia se extendió por Tanger; Amiel era bien conocido por todos; y finalmente, el rumor llegó a Ahmed, quien le había vendido la cuerda. Al conocer la noticia, pateó el suelo y llamó hijo de perra y desgraciado al anciano judío. Le preguntaron por su ira, y Ahmed gritó:
-¡Estuvo más de media hora regateándome el precio de la soga!

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