Dicen que en la vida hay que hacer tres cosas: Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. (¿Habría que añadir "crear un juego"?) En mi caso, he podido hacer las tres; pero algo me dice que quien inventó esta sentencia, sabía algo más; y es que, pensándolo bien, ninguna de las tres cosas es algo inerte. Todas evolucionan, crecen y se independizan de su creador. El árbol asciende hacia el cielo, se transforma con los años y las estaciones. Puedes visitarlo, contemplar las cicatrices de su corteza e incluso estudiar el microcosmos de vida que alberga: aves, musgo, hongos, alguna que otra madriguera ocasional...
En cuanto a un hijo, qué decir. El ser humano es demasiado complejo para comprenderlo (incluso aunque lleve parte de tus genes) y uno tan sólo puede intentar que se te asemeje en aquellas cosas de las que puedas sentirte orgulloso cuando te miras en un espejo. Emprenderá su propia vida, tendrá su propia historia y quizá algún día me mencione a título póstumo en su propio blog (si es que aún existen estas cosas dentro de dos décadas). Un padre es un dios pequeño, incapaz de modelar del todo la arcilla de su progenie, pero con la responsabilidad de guiarla por el mundo.
Por último, un libro.(Mi libro) Relatos que escribes pensando en muchas cosas, o no pensando en ninguna, y que, por un curioso azar, se transforma en las manos de otras personas; donde tú veías sirenas, ellos ven lomos de delfín. Y las carreteras que para mí representan melancolía y hostales destartalados, a otros le sugieren vectores hacia la libertad.
Contadas ocasiones nació de la casualidad, hace ya algunos años; envié un relato a la radio, para ver si tenía la fortuna de ser leído en antena, de madrugada. Jose Antonio Cebrián conducía ese programa, La Rosa de los Vientos, un espacio nocturno ya mítico para muchas personas, que incluso hizo sus pinitos editoriales en forma de revista. Seleccionaron el relato y le pusieron locución profesional y efectos especiales. Los personajes de la historia cobraron vida; Pude conseguir la grabación y la pasamos algunas veces en la imprenta donde trabajo, para que mis compañeros pudieran escuchar la historia y de paso alimentar mi vanidad.
El relato fué escuchado por un editor, cliente de la imprenta, que se interesó por mis narraciones; le entregué unos días después una carpeta con diferentes relatos y accedió a publicarlos. Hubo que seleccionar (no cabían todos) pero se incluyó el relato "La Ofensiva", que fué leído en antena, así como Yolanda y Las Moscas, dos historias muy diferentes y muy queridas para mí.
El libro fué publicado y el precio que me cobró el destino fue la pérdida de mi padre, que nunca pudo verlo terminado. Hay que mantener en equilibrio la balanza, supongo, entre felicidad y dolor; aunque quien juzga las medidas tiene un extraño calibre.
Hubo presentaciones formales de la obra, y mucho análisis y crítica. Por un breve periodo de tiempo, me disfracé de escritor y compartí caseta y tertulia con algunos; pero no es lo mío. Mi cultura literaria bebe más de Burroughs, Dumas y Sabatini, que de Borges y Neruda. Hubiera querido saber más en las conversaciones que me rodeaban, pero es un mundo muy grande el de la literatura. Y uno tiene demasiadas aficiones, ya, como para querer ser profesional de todas.
¿Y porqué os cuento todo esto? Pues porque en contadas ocasiones, uno necesita recordar el pasado, disfrutar de nuevo de los éxitos, volver a escuchar comentarios sobre los cuentos que incluye el libro, saber que, como el árbol, aún crece despacio. Y la savia de un libro es el sudor de las manos por las que pasa.
Pero,
¿No sería bonito que algún día mi hijo se leyera este libro a la sombra del árbol que un día plantó su padre?...
En cuanto a un hijo, qué decir. El ser humano es demasiado complejo para comprenderlo (incluso aunque lleve parte de tus genes) y uno tan sólo puede intentar que se te asemeje en aquellas cosas de las que puedas sentirte orgulloso cuando te miras en un espejo. Emprenderá su propia vida, tendrá su propia historia y quizá algún día me mencione a título póstumo en su propio blog (si es que aún existen estas cosas dentro de dos décadas). Un padre es un dios pequeño, incapaz de modelar del todo la arcilla de su progenie, pero con la responsabilidad de guiarla por el mundo.
Por último, un libro.(Mi libro) Relatos que escribes pensando en muchas cosas, o no pensando en ninguna, y que, por un curioso azar, se transforma en las manos de otras personas; donde tú veías sirenas, ellos ven lomos de delfín. Y las carreteras que para mí representan melancolía y hostales destartalados, a otros le sugieren vectores hacia la libertad.
Contadas ocasiones nació de la casualidad, hace ya algunos años; envié un relato a la radio, para ver si tenía la fortuna de ser leído en antena, de madrugada. Jose Antonio Cebrián conducía ese programa, La Rosa de los Vientos, un espacio nocturno ya mítico para muchas personas, que incluso hizo sus pinitos editoriales en forma de revista. Seleccionaron el relato y le pusieron locución profesional y efectos especiales. Los personajes de la historia cobraron vida; Pude conseguir la grabación y la pasamos algunas veces en la imprenta donde trabajo, para que mis compañeros pudieran escuchar la historia y de paso alimentar mi vanidad.
El relato fué escuchado por un editor, cliente de la imprenta, que se interesó por mis narraciones; le entregué unos días después una carpeta con diferentes relatos y accedió a publicarlos. Hubo que seleccionar (no cabían todos) pero se incluyó el relato "La Ofensiva", que fué leído en antena, así como Yolanda y Las Moscas, dos historias muy diferentes y muy queridas para mí.
El libro fué publicado y el precio que me cobró el destino fue la pérdida de mi padre, que nunca pudo verlo terminado. Hay que mantener en equilibrio la balanza, supongo, entre felicidad y dolor; aunque quien juzga las medidas tiene un extraño calibre.
Hubo presentaciones formales de la obra, y mucho análisis y crítica. Por un breve periodo de tiempo, me disfracé de escritor y compartí caseta y tertulia con algunos; pero no es lo mío. Mi cultura literaria bebe más de Burroughs, Dumas y Sabatini, que de Borges y Neruda. Hubiera querido saber más en las conversaciones que me rodeaban, pero es un mundo muy grande el de la literatura. Y uno tiene demasiadas aficiones, ya, como para querer ser profesional de todas.
¿Y porqué os cuento todo esto? Pues porque en contadas ocasiones, uno necesita recordar el pasado, disfrutar de nuevo de los éxitos, volver a escuchar comentarios sobre los cuentos que incluye el libro, saber que, como el árbol, aún crece despacio. Y la savia de un libro es el sudor de las manos por las que pasa.
Pero,
¿No sería bonito que algún día mi hijo se leyera este libro a la sombra del árbol que un día plantó su padre?...
Alberto, tu libro solo se puede comprar por Internet?
ResponderEliminarSe hizo una tirada pequeña que se distribuyó en librerías diseminadas por el país; pasado un tiempo (y el libro tiene ya varios años) los ejemplares no vendidos se devuelven a la distribuidora y desde allí regresan al editor, que es el único punto de venta que existe en este momento.
ResponderEliminar¡Que no estamos hablando de Juego de Tronos! :-)
Vaaaaale :) No sabia que tuviera tanto tiempo. Voy a ver si no se han agotado y encuentro algun ejemplar por el editor para engrosar un poco tu bolsillo ;)
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