domingo, 9 de enero de 2011

EL PRECIO DE LA NOSTALGIA




   Reedición.
   Esta parece ser la palabra talismán de editores de todo el mundo, a nivel de ocio doméstico. Todo lo que tuvo una cierta repercusión en su género hace veinte años, vuelve a venderse para los nuevos soportes existentes. Así que aquellos que consideraban perdido parte de su pasado, están de enhorabuena, porque podrán volver a adquirir sus películas favoritas, los videojuegos a los que más horas dedicaron , o incluso los juegos de mesa con los que entretuvieron su infancia.
  Recientemente me he sorprendido comprando X-COM y ASCENDANCY, dos clásicos de los PCs de antaño. También luchando contra las ganas de adquirir Blackbear o  Republic of Rome , y cayendo sin remedio en las tentadoras garras de la reedición de Survive!, un juego clásico de los 80, ahora aligerado de plástico en beneficio de la madera, tan de moda hoy en día como componente de juego de tablero.
   Se reeditan películas con motivo de cualquier aniversario; avivando sus colores, añadiendo altavoces a su banda sonora, incluyendo escenas que el montador descartó en su día o regalando un libro sobre su creación. Cualquier excusa es buena para volver a vendernos Star Wars, ET o Doctor Zhivago. Como gran lanzamiento navideño, o como regalo de periódico dominical.
   En cualquier caso, a uno le da un vuelco el corazón cada vez que tiene noticia de estas reediciones, y compra por sentimiento, para volver a poseer aquello que fue parte de tu pasado. Luego, cuando visionas el disco, o juegas al juego, no lo haces tanto por su excelencia por encima de lo moderno, como por volver a sentirte como aquel chaval que, con el culo duro sobre una silla de hierro en un cine de verano, contenía las lágrimas para que su chica no viera que se emocionaba con la despedida de aquel extraterrestre de caminar de pato, del que hace poco revelaron el truculento secreto de su personalísimo andar.
   Lo curioso es que a lo largo de nuestra vida pagamos varias veces por lo mismo; Adquirimos dos y hasta tres veces la misma película, volvemos a gastar dinero en comprar los viejos clásicos de Spectrum, ahora reeditados (oh, la palabra!) para dispositivos móviles o tablets. Y recuperamos a golpe de euro los comics que perdimos de pequeños, aquella Espada Salvaje de Conan imposible de encontrar en los kioscos y las tiendas especializadas de la época, número a número, con dolor, y ahora lujosamente encuadernada en tomos de a veinte números, toda entera. O las crónicas de la Dragonlance. O Burroughs, y su Tarzán auténtico, con cicatriz escarlata de ira ardiendo en su cuero cabelludo.
  La nostalgia es un monstruo que ignora los precios de su hambre. Ebay lo sabe, y lo saben los editores. Y también lo sabe Oscar Lombana, autor de Papel y Plástico, que ya me ha vendido su trilogía del juguete antiguo y el cromo irrecuperable, consiguiendo mi eterno agradecimiento a golpe de fotografía y recuerdos entrañables.
   En el caso de los juegos de mesa, la industria se homenajea a sí misma con reediciones como la de Talismán o la caja roja de DD, de la que tan sólo se conserva fiel al original su envoltorio, como una metáfora sobre el paso del tiempo: nada de lo que permanece igual por fuera, lo hace también por dentro.
   Volvemos a comprar Space Hulk y suspiramos por Blood Bowl (yo ya pagué por la edición con tablero de astrogranito, pero volveré a pagar, como pagué por la edición para PC). ¿Cuántas veces, por lo tanto, voy a comprar Blood Bowl?

   Pero las cosas importantes, las que verdaderamente nos marcaron , nadie las reedita:  ¿Volverán también las oscuras golondrinas que refrenaban su vuelo al contemplarnos,  aquellas que aprendieron nuestros nombres? Esas no volverán, y nadie podrá reeditarlas, en el cielo de Abril de aquel Córdoba lejano. No se reeditarán nuestras citas en el Cinecita, ni el olor a dama de noche de los cines de verano de la Judería o Santa Rosa, esperando que anocheciera un poco más para ver mejor la película, con el bocadillo de mamá esperando en el regazo al intermedio entre sesiones.
    Nadie podrá reeditar jamás nuestra juventud.
    Por eso, todo el dinero gastado en nostalgia, no es sino un vano intento de cazar el viento.
   Ellos lo saben, son La Máquina.
   Nosotros lo sabemos, pero somos El Alma.


1 comentario:

  1. Completamente magistral. Bravo.
    Fdo: ziggystardust, uno que prefiere crear nuevas glorias antes que revivir antiguas.

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