No será suficiente
–pensó.
Con gesto
concentrado, sopesó la moneda en su mano. La giró entre los dedos, acarició la
efigie impresa sobre ella, se entretuvo capturando destellos del sol sobre su
bruñida superficie. Luego se inclinó sobre el brocal del pozo y la dejó caer.
La moneda golpeó el
agua con un sonido leve, como una palmada, y se hundió entre los limos que
imaginaba en el fondo, donde yacería con otras monedas similares.
--No será
suficiente –se repitió a sí mismo. Y a pesar de ello, formuló mentalmente el
deseo, esperando que el genio hubiera rebajado su tarifa. La última vez le
costó más de cien euros que Laura le
amara.
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