El dinero invertido en tecnología había dado sus frutos; las cámaras infrarrojas habían captado al fantasma que atormentaba la vida de los residentes de la urbanización; Los vecinos sabían que yo era aficionado a los temas paranormales, y reunieron fondos en una asamblea extraordinaria para costear la investigación. La caza de espectros no tiene secretos; simplemente, necesita buena financiación. Y ahí tenía las pruebas, unas nítidas fotografías en el monitor de mi ordenador. Mientras la psicofonía sonaba una y otra vez en bucle, amplificada por los poderosos altavoces , contemplé consternado la imagen del aparecido, captada en el mismo momento en que se materializaba junto a los arbustos que rodeaban la piscina comunitaria. ¿Qué había esperado encontrar en esas fotos? ¿Una mujer hermosa vestida con gasas fantasmales? ¿Una calavera descarnada de ojos enrojecidos?.
El teléfono sonó sobre el escritorio. Era el administrador, para interesarse por los resultados de las grabaciones. Yo seguía mirando la pantalla, incapaz de apartar la vista de aquel espectro con chanclas, bañador de flores y cara de gilipollas que me contemplaba desde el monitor.
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